Después de que los turcos musulmanes habían conquistado Palestina en 1071, éstos prohibieron la peregrinación de los cristianos europeos a Tierra Santa, lugar donde nació Jesús.

Indignado con tal situación, el Papa Urbano II hizo un llamamiento para que los cristianos combatir a los enemigos del cristianismo y reconquistar Jerusalén. Con la creencia de que el fin de los tiempos estaría cerca, los nobles cristianos europeos pronto aceptaron el desafío y pasaron a realizar expediciones de carácter militar y religioso con el fin de sacar tal región del dominio musulmán: las famosas cruzadas.

Sin embargo, además de la función religiosa, tales expediciones tenían un claro interés económico por detrás. Muchos nobles deseaban las riquezas y tierras de Oriente y los comerciantes anhelaban el comercio de los artículos de lujo de la región. La primera cruzada (1096-1099) estaba formada por un gran grupo de nobles muy bien equipados para la guerra, el cual fue capaz de conquistar Jerusalén, aunque la ciudad fue rápidamente retomada por los musulmanes. La segunda cruzada (1147-1149) fue desestabilizada por el desacuerdo entre sus dos líderes: el rey Luis VII de Francia y el emperador Conrado II, del Sacro Imperio.

La Tercera Cruzada (1189-1192), liderada por Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra, tuvo un significativo resultado: aunque no fuera capaz de sacar a Jerusalén de las manos de los turcos, resultó en la elaboración de un acuerdo, en el que pasó a ser permitida peregrinación a la ciudad. La Cuarta Cruzada (1201-1204) fue impulsada claramente por el interés comercial, una vez que los cristianos saquearon Constantinopla, y no Egipto, como había sido propuesto por el Papa.

La Cruzada de los Niños (1212) fue una gran barbaridad. Con base en la creencia de que sólo los niños, seres de corazón puro, podrían reconquistar Jerusalén, se enviaron unos 50 mil niños al combate. El resultado no podría ser otro: muchas murieron antes de llegar al destino y otras fueron hechas de esclavas.

Aunque las Cruzadas han sido un relativo fracaso, ya que no alcanzaron su objetivo principal, acabaron resultando en significativos e importantes cambios socioeconómicos en toda Europa. Por medio del contacto con Oriente, los europeos asimilaron nuevas técnicas de producción y establecieron nuevas rutas comerciales, aspecto que en el futuro resultaría en el inicio del declive del feudalismo, todo esto generó la guerra de los treinta años.